Sunday, September 03, 2006

... y nadie más.

Podría amanecer al fin y yo podría seguir acá... conmigo y nadie más.

Alcé la mirada para ver si el caballero de capa blanca estaba conmigo, tal como solía hacerlo el Dinasaurio de Monterroso (hasta que se convirtió en un mojón amarillo). Pero no, no está. Seguro que escapó en algún basurero municipal buscando a culquier otra damicela que no sea yo. Pero está bien, a fin de cuentas el recuerdo de mi dinosaurio amarillo es irremplazable.

Podría amanecer al fin y yo podría seguir acá... conmigo y nadie más.

No logro sacarme de la mente el mail que leí mientras el profesor nos hablaba de bibliografia que sé no voy a leer. Aún sigo pensando en una respuesta y en una autopromesa de responder más tarde. Y decir... es que aún no lo sé.

Podría amanecer al fin y yo podría seguir acá... conmigo y nadie más

Casi en confesión, debo decir que por primera vez (tal vez segunda) no pude contenerme ante un desliz de timbradas. La diferencia: no hay orgullo qué comerse, no porque lo haya perdido sino porque no me interesa.

Podría amanecer al fin y yo podría seguir acá... conmigo y nadie más

Y mis ganas de autodesestimarme me las tiraron encima sin querer. Hasta casi me siento Josie Diescanseco, claro que si hubiera sabido antes de tal habilidad hubiera... pues en realidad no me quedaba nada por hacer, así que de nada me sirven los instintos.

Podría amanecer al fin y yo podría seguir acá...

Chicha

(p.p: no mientas blog... son las 5am)

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